viernes, 3 de diciembre de 2010

Cuando hay que dejar el paraíso…




Y sí. Llegó el momento y una vez más tuve que decir adiós (o hasta luego o quién sabe …) a otro hogar más. Pero esta vez al que fue como un paraíso en el sentido más literal, al menos en cuanto a la imagen que todos de una forma u otra tenemos de él.

¿Por qué me voy de Grand Turk? Varias razones: La fundamental es que conseguí trabajo de instructora de buceo J en el Mar Rojo y es lo quería hacer. En Grand Turk no dan permisos de trabajo y además necesito tener experiencia de buceo fuera del Caribe ya que el 99% de mi buceo ha sido allí. Por otro lado, mi alma necesita salirse de la isla un poco. Necesito un lugar donde mi corazón termine de curar algunas heridas y la isla no ayuda.

Y dije “una vez más” porque ya me pasó hace unos años (allá por agosto del 2007) cuando mudé las cosas que había dejado en Tegucigalpa, en mi apartamento de Altos de Miramonte) con la ilusión de volver a continuar con el proyecto que estaba suspendido, pero no. No siguió. Y tuve que interrumpir mi vida hondureño-argentina que ya era parte de mi ser, de mi vida nómade, de pasar tres semanas al mes en Honduras y una en Buenos Aires. Con mi casa, mi gimnasio, mis costumbres, mis nostalgias y alegrías, allá y acá.

Pero esta vez es distinto. No es fácil dejar un lugar donde uno vivió tiempo completo por casi dos años. Donde descubrió que su vida podía ser completamente distinta y se decidió a cambiarla. Donde abrió los ojos al mundo del buceo para hacerlo algo visceral al punto de dejar atrás casa, afectos, trabajo y trasladarse a vivir allí.

Donde el agua es tan turquesa que verla cada mañana te hace sonreír por el privilegio de verla y el brillo del sol sobre la arena tan clara es hasta ofensivo…

Donde la casi continua calma del mar (salvo en la época de huracanes…) te ayuda a mirar para adentro y conversar con uno mismo y las distancias son siempre tan cortas que las caminatas son inevitables, al menos para mí.

Los que han leído las otras entradas de este blog de tanto tiempo, saben que no es un paraíso perfecto: la falta de agua dulce, la corrupción, la común crueldad con los animales, la desorganización, los altos precios, la falta de entretenimiento, los hábitos de la gente con la bebida, los huracanes, el “island time”, la falta de permisos de trabajo, el racismo (contra los haitianos y los blancos), etc. hacen que esté lejos de lo ideal, sin embargo, en Grand Turk viví cosas que nunca antes experimenté en mi vida. Por ejemplo aquello de sentir casi todos los días que “no necesito nada más que lo que tengo” y “no hay otro lugar en el mundo donde quisiera estar en este momento”.

En este hogar pasé por varias casas. Donde la última fue la misma que la primera. Volví a tener perro, después de treinta años de no disfrutar la inigualable compañía canina. Bue, perro. Perrosssss. Ocho en el momento de máxima compañía… :)

Este hogar fue donde encontré el amor más grande de mi vida y también el dolor más grande al perderlo.

Y viví ese dolor por meses sola, sin amigos, ni familia, ni trabajo, ni con quien charlarlo o llorarlo o reirme como hacemos acá, acostumbrados a ironizar todas nuestras desgracias…

Y me fortalecí también. Y me convertí en divemaster primero y en instructora de buceo después y en una más de la isla.

“The girl who walks” (la chica que camina…) para los locales,”the SandBar girl” (cuando trabajaba de moza y bartender), “la argentina”, “Messi”, “Miss Argentina” e inevitablemente también “Felix’s wife”. Apodos de los primeros tiempos en la isla que fueron convirtiéndose luego en Estella (así con dos eles) o Estelle o cualquier cosa parecida pero casi nunca Estela. “The girl who walks” fue cambiando en “the girl who dives” (la chica que bucea) pero de una forma u otra, una habitante más de la isla que provocaba una sonrisa entre incrédula e irónica en la oficial de Inmigración cada vez que renovaba mi permiso de estadía como turista por otro par de meses.

Ahora estoy en Buenos Aires y pienso en mi mar, mi buceo, mi agua turquesa, los rincones que adoro explorar en la isla y a veces sonrío y a veces se me llenan los ojos de lágrimas. Aún sabiendo que vuelvo para pasar Navidad allá y quedarme unos cinco días antes de partir a un nuevo lugar. Pero esta vez, cuando salí de la isla en el avioncito que va de Grand Turk a Providenciales, habiendo preparado mis maletas con cosas para ya dejar en Argentina, otras para vender, otras para dejar en la isla y recoger en camino al Medio Oriente, sabía que era mi despegue de mudanza. Dejando atrás mi casa. El viaje de Navidad será como una mini vacación.

Esta vez miré desde arriba mi isla y agradecí por todos los momentos que viví allí. Por todo lo que descubrí y amé.

Muchas veces, estando en casa o volviendo de un buceo, mirando ese mar pensé lo afortunada que era. Cuánta gente sueña estar en un lugar así aunque sea por un día y yo tuve la oportunidad de vivirlo disfrutarlo por casi dos años. Mi isla. Mi pequeña islita.

Yo hago mi hogar de cada lugar que amo. Pero hasta ahora solamente éste fue cabeza a cabeza con mi querida Buenos Aires. Pueden reirse todo lo que quieran pero es una verdad brutal e inevitable: en mi corazón solamente el paraíso es competencia posible con Buenos Aires :)


1 comentario:

  1. mar rojo
    que bueno
    otra vida , deseada, en otro lugar menos "chiquito" q tu paraiso
    beso y suerte

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